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viernes, 6 de agosto de 2010

Bar Cordano - Lima

El Bar Cordano está situado en una esquina, con dos entradas, una en el Jirón Ancash 202 y la otra en Carabaya, frente a la “Estación de Desamparados” del viejo ferrocarril limeño.

La esquina de lo que en 1595 se llamó “Calle de la Pescadería”, a un costado de unos solares que fueron comprados por la ciudad para construir la cárcel, un molino, la carnicería y la pescadería, es un foco de atracción turística.

El bar fue fundado por los genoveses Andrés y Fortunato Cordano, quienes dejaron después la administración a sus sobrinos Luis y Antonio Cordano, los que a su vez “heredaron” a sus trabajadores el local en pago por el tiempo de servicio.

Sus puertas fueron abiertas en 1905 para “matar la sed” de los campesinos y hombres de negocios que descendían del convoy y ahora, en tiempos de ajetreo y la insalvable globalización, es lugar predilecto de hombres de negocios que paran a tomar café expresso.



Los “Choritos a la chalaca” (almejas con cebolla, tomate y picante en cuadritos, bañados en jugo de limón), el “sudado” de pescado (cocinado con hierbas de olor) o el ceviche de corvina son algunos de los platos predilectos de los parroquianos.

Los platos que llegan a la mesas de granito y mármol son apreciados por políticos, intelectuales, periodistas, turistas, estudiantes de gastronomía, entre otros, que lo acompañan con cerveza helada, vino o pisco (licor de uva).

Las viejas fotografías de Luis Cordano y Amelia Boitano, el día de su boda en 1937, forman parte de las valiosas joyas de este rincón de los recuerdos enclavado en el corazón de Lima.

En ese lugar han llegado a comer presidentes como Alan García, quien en la década de los 90 degustaba con regularidad el Tacu Tacu (frijol revuelto con arroz frito) y el bistec apanado, mientras que Alberto Fujimori también lo visitó, pero sólo se tomó una bebida.

Este bar, considerado como monumento histórico por el INC, podría desaparecer a la muerte de alguno de sus actuales y envejecidos socios, quienes trabajan más por al amor al arte que por las ganancias, según refieren sus empleados.

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